Diosa de la generación olímpica, Deméter, la hija de Crono y Rea, y la hermana de deidades como Zeus, Hera y Hades. Su influencia abarcaba la protección de las estaciones, los cereales y, en términos generales, la naturaleza. Estas atribuciones las compartía con su hija Perséfone (Proserpina, para los romanos), fruto de la unión entre Deméter y Zeus. La representación más común de Deméter la presentaba como una matrona cálida y compasiva, sosteniendo un haz de espigas.
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Leyenda de Deméter y Perséfone
La diosa griega Deméter tuvo una hija, una joven hermosa que vivía rodeada de ninfas, junto a sus hermanastras Atenea y Artemisa. Sin embargo, Perséfone atrajo la atención de su tío Hades, quien, tras obtener la aprobación de Zeus, se propuso desposarla. Un día, mientras paseaba sola por el campo, Perséfone quedó cautivada por una flor de extraordinaria belleza. Cuando se detuvo para contemplar, el piso se abrió, revelando un gran carro conducido por Hades, quien raptó a la sorprendida joven.
Al descubrir el rapto de su hija Perséfone, la diosa Deméter quedó devastada. Su dolor fue tan grande que decidió renunciar a sus atribuciones divinas y permanecer en la tierra hasta que su hija fuera devuelta. Ningún dios se atrevió a ayudarla por miedo a enemistarse con Hades.
Deméter, al no encontrar motivos para seguir desempeñando su papel divino, vagó angustiada por el mundo, sin dormir ni comer, manteniendo la apariencia de una anciana. Su aspecto era lamentable, y su constante llanto se escuchaba por todas partes. Finalmente, Deméter encontró refugio en Eleusis, una pequeña ciudad de Grecia. Allí, fue acogida por Metaneira, una noble mujer que la contrató para cuidar a su hijo, Demofonte.
Origen de las cuatro estaciones de año
La ausencia de Deméter del Olimpo provocó un cambio drástico en el clima. La tierra, que ella misma había fecundado con sus dones, se marchitó y se convirtió en un páramo helado. Los cultivos se perdieron, los animales murieron de hambre y los humanos comenzaron a sufrir la escasez de alimentos.
Ante la amenaza de una hambruna generalizada, Zeus ordenó a Hades la liberación inmediata de Perséfone. El dios del inframundo, enfurecido, se negó a obedecer. Sin embargo, Zeus era el rey de los dioses y sus órdenes debían ser cumplidas.
Enfrentado a tal imperativo divino, Hades encontró una solución para no perder a su amada. Obligó a Perséfone a comer una granada, un fruto sagrado del inframundo. De esta forma, la joven se vio forzada a pasar un tercio del año con su esposo y los otros dos tercios con su madre. La alegría de Deméter al reencontrarse con su hija fue tan grande que la tierra volvió a florecer. Los campos se llenaron de flores y frutos, los árboles reverdecieron y los animales volvieron a prosperar.
Bibliografía: Carmona, M. B., & Gallego, M. B. (2003). Diccionario de Mitología: dioses, héroes, mitos y leyendas.