En la mitología helénica, Crono es el dios del tiempo. Su nombre significa “el que devora”, y este es un rasgo que define su figura. Como personificación del tiempo, Crono a menudo es representado como un anciano de barba gris, triste y abatido. En sus manos suele llevar diferentes instrumentos que van desde un reloj de arena hasta una hoz, simbolizando así la acción inexorable y destructiva del tiempo que todo lo corroe. Con todo, la imagen más icónica de Crono es la de devorar a sus propios hijos, expresando la idea de que el tiempo, implacable, engulle todo a su paso.
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Crono, devorador del tiempo
En la mitología griega, Zeus, el dios del cielo y el trueno, tuvo que superar a su padre, Crono, para ascender al trono divino. Esta lucha por el poder se inscribe en una tradición familiar, ya que Crono, a su vez, se había rebelado contra su propio padre, Urano.
Crono, uno de los dioses preolímpicos, era el hijo menor de Urano y Gea, las deidades del cielo y la tierra. Urano había encerrado en el Tártaro, el inframundo, a los tres hecatónquiros, monstruos de cien manos y cincuenta cabezas. Gea, afligida por el destierro de sus hijos, convenció a Crono de rebelarse contra su padre, venciéndolo en solitario, ya que ni los Titanes ni los Cíclopes, sus hermanos, le daban apoyo.
Gea, agradecida por la ayuda de Crono, decidió que él debería gobernar el universo. Por ello, le pidió a su primogénito, Titán, que cediera su posición en favor de su hermano. Titán aceptó, pero con una condición: Crono debía devorar a su propia descendencia para despejar el camino para su eventual ascenso al trono.
Crono, padre de los dioses olímpicos
Crono y su esposa Rea fueron los progenitores de varios dioses olímpicos, incluidos Poseidón, Hades, Hera, Zeus y Deméter. Aunque Cronos devoraba a sus hijos nada más nacer, Rea logró salvar a uno de ellos: Zeus. Finalmente, el reinado de Crono llegó a su fin cuando Zeus lo desterró del Olimpo. Desposeído de su divinidad y su reino, Crono vagó por el mundo hasta encontrar refugio en Jano, un rey del Lacio. Jano, decidido a acoger al dios desterrado, lo recibió con hospitalidad a cambio de que su pueblo pudiera beneficiarse de la sabiduría impartida por el antiguo dios preolímpico. De esta forma, el viejo Cronos se convirtió, para los romanos, en el dios Saturno, divinidad protectora de los cultivos y de la agricultura.
Bibliografía: Carmona, M. B., & Gallego, M. B. (2003). Diccionario de Mitología: dioses, héroes, mitos y leyendas.