La batalla de Sekigahara fue un punto de inflexión decisivo en la historia del Japón feudal. En este histórico enfrentamiento, dos formidables ejércitos, el del shogun Tokugawa Ieyasu y el del daimyo Ishida Mitsunari, chocaron en un sangriento combate que alteró drásticamente el curso de la historia japonesa. El resultado de la contienda marcó el final del período Sengoku y el comienzo del período Edo, desencadenando el ascenso de un nuevo gobernante y la unificación definitiva de Japón.
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Acerca de la batalla de Sekigahara
El 21 de octubre de 1600 (15 de septiembre en el calendario lunar japonés de la época), la llanura de Sekigahara amaneció envuelta en una espesa niebla, una tranquila región rural enmarcada por majestuosas montañas en la actual prefectura de Gifu. En este escenario, dos formidables ejércitos se disponían a enfrentarse, determinando así el destino del shogunato japonés.
Aunque las cifras exactas son inciertas, se estima que más de 70.000 soldados del Ejército del Este esperaban las órdenes de Tokugawa Ieyasu. En contraparte, un número aún mayor de combatientes del Ejército del Oeste aguardaban las instrucciones de Ishida Mitsunari, el general que defendía los intereses de Toyotomi Hideyori, hijo del fallecido Taiko Toyotomi Hideyoshi. La chispa que encendió la batalla fue la negativa del señor de Aizu, aliado de Ishida, a presentarse ante Ieyasu en Kioto. El campo de batalla se desplegaba ante ellos entre tres imponentes montañas: el Matsuo, el Sasao y el Nangu.
Las fuerzas del Oeste ocuparon estratégicas posiciones en los montes Nangu y Matsuo, mientras que su líder, Ishida Mitsunari, se encontraba cerca de la cumbre del monte Sasao. Por su parte, Ieyasu desplegó sus tropas en la llanura, a lo largo del camino conocido como Nakasendo. A pesar de ser una posición aparentemente desfavorable, Ieyasu optó por avanzar en dirección a Sekigahara, consciente de que ese estrecho terreno dificultaría las maniobras del ejército enemigo.
Enfrentamiento brutal y victoria inesperada
La batalla fue feroz y duró solo seis horas, un período relativamente corto para los estándares del Japón feudal. Comenzó con un ataque de las fuerzas de Tokugawa contra los hombres del Oeste, comandados por Ukita Hideie, Otani Yoshitsugo y Konishi Yukinaga. La lucha se desarrolló bajo la lluvia. No había un claro favorito, pero parecía que la suerte comenzaba a inclinarse hacia los soldados de Mitsunari. Los refuerzos bajo el mando del joven Tokugawa Hidetada tardarían horas en llegar y, peor aún, los hombres de Tokugawa temían verse rodeados desde atrás debido a su posición desfavorable. De momento los salvaba el hecho de que las tropas del Oeste de los clanes Mori y Chosokabe no participaban en la acción, ya que los señores de la guerra Mori Hidemoto y Kikkawa Tsunie estaban decididos a no enfrentarse a Ieyasu. Mientras tanto, Tsunie bloqueaba la entrada al combate con 25.000 hombres desde la primera línea en el monte Nangu.
Sin embargo, esta situación no duraría para siempre. Ieyasu tenía un plan. Antes de la batalla de Sekigahara, había establecido una alianza con Kobayakawa Hideaki, quien comandaba a 16.000 hombres bajo los estandartes de Ishida Mitsunari. Kobayakawa, situado en la cima del Matsuo, permanecía inmóvil. En un momento decisivo, Ieyasu ordenó el despliegue de armas de fuego contra las tropas de Kobayakawa, lo que fue la señal para que el traidor cambiara de bando y se uniera a Tokugawa, inclinando la victoria a su favor. Otros generales del Oeste, como Wakisaka Yasuharu, Ogawa Suketada, Akaza Naoyasu y Kutsuki Mototsuna, también cambiaron su lealtad.
Hacia media tarde, cuando el hijo de Ieyasu llegó con refuerzos, su padre estaba ocupado contando las cabezas de sus enemigos derrotados. Al menos un general del Oeste optó por el suicidio, mientas algunos lograron escapar sin rumbo definido. Sin embargo, la mayoría, incluido Ishida Mitsunari, huyeron a Kioto, donde fueron capturados y ejecutados públicamente al poco tiempo. Tres años después de la batalla de Sekigahara, Tokugawa Ieyasu fue proclamado Shogun, marcando el inicio de una nueva era en el feudalismo japonés.
El astuto Tokugawa Ieyasu
La importancia política e histórica de Tokugawa Ieyasu como líder militar y fundador de una poderosa línea de líderes militares que perduraría hasta la revolución Meiji es innegable. Sin embargo, resulta fascinante explorar los aspectos más humanos del Shogun, menos conocidos pero esenciales para comprender las decisiones que marcaron su vida.
La carrera de Tokugawa Ieyasu fue, entre otras cosas, un constante proceso de reinvención, que comenzó con su propio nombre. En realidad, Ieyasu se llamaba Matsudaira Takechiyo, y era hijo de Matsudaira Hirotada, un señor feudal de poca relevancia. El joven Takechiyo celebró su mayoría de edad en 1556, adoptando el nombre de Matsudaira Motoyasu. Diez años más tarde solicitó cambiar su apelativo nuevamente, esta vez modificando tanto su apellido como su nombre, y desde entonces fue conocido como Tokugawa Ieyasu.
Hay pocos datos sobre los orígenes de la familia Matsudaira, aunque Ieyasu afirmó descender de los Minamoto a través del clan Nitta. Asimismo, se sabe que también se había trazado una genealogía que lo vinculaba con los Fujiwara. Es probable que él, en realidad, no tuviera nada que ver ni con una familia ni con la otra, pero utilizó los datos como mejor le pareció. No en vano uno de sus lemas decía: “usa a los demás y hazles creer que te están utilizando a ti”.
Uno de los episodios más conocidos de la vida de Ieyasu fue la trágica muerte de su esposa e hijo mayor en 1579, acusados de conspiración. El vástago fue obligado a suicidarse, mientras que su mujer fue ejecutada en un acto de lealtad hacia Oda Nobunaga. Además, Tokugawa era conocido por su memoria implacable ante las afrentas, llegando incluso a matar a un prisionero por un insulto proferido cuando era niño. Pero también mostraba magnanimidad hacia sus enemigos derrotados y solía recompensar generosamente a sus aliados.
Aunque no era un hombre extravagante en sus gustos, al menos en comparación con sus predecesores, Ieyasu no escatimaba en los honores correspondientes a su rango. Se dice que, en el momento de su muerte, poseía un guardarropa con más de 3000 trajes. Disfrutaba de actividades como la caza con halcones y la natación. Ieyasu, sobre todo, se puede definir por un rango: supo esperar el momento adecuado. Existe un pequeño poema que resume su vida después de la batalla de Sekigahara: “Si el pájaro no quiere cantar, esperaré pacientemente a que cambie de opinión”.
Tokugawa Ieyasu murió en su cama en 1616, a la edad de 75 años. Sus restos reposan en el majestuoso mausoleo-santuario de la montaña de Nikko.
El burócrata Ishida Mitsunari
Ieyasu tuvo un adversario formidable en Sekigahara: Ishida Mitsunari, nacido en 1560 en la provincia de Omi (hoy parte de la prefectura de Shiga) como segundo hijo de Ishida Masatsugu. Los detalles de sus primeros años son escasos; con todo, no parece plausible, a pesar de la tradición, que fuera monje budista antes de entrar al servicio de Toyotomi Hideyoshi.
Mitsunari conoció al Taiko Hideyoshi cuando este aún era un daimyo más y luchó a su lado desde una temprana edad. Cuando Hideyoshi ascendió al poder, mantuvo a Mitsunari a su lado como administrador de la provincia de Sakai y lo nombró daimyo de Sawayama, en su tierra natal de Omi.
Ishida Mitsunari tuvo tres hijos, Shigeie, Shigenari y Sakichi, y tres hijas, de las que solo conocemos el nombre de la menor, Tatsuko; parece que tuvo también otro hijo con una concubina. Dicen que era un buen administrador, sagaz y hábil con las cuentas. Por otra lado, tenía fama de ser estricto y no agradaba a todos; así como, declaraba abiertamente sus reservas sobre la lealtad de Tokugawa Ieyasu hacia Hideyoshi, y más tarde a su hijo Toyotomi Hideyori. Los acontecimientos, como era de esperar, le darían la razón.
Según una sangrienta tradición, tras la derrota en Sekigahara, Mitsunari fue enterrado de pie, hasta los hombros, a las orillas del río Kamo, en Kioto. A continuación, fue decapitado con una sierra de bambú, un instrumento poco afilado que prolongó su agonía. Tenía entonces cuarenta años.
Kobayakawa Hideaki: traidor desafortunado
El protagonista clave de la batalla de Sekigahara fue Kobayakawa Hideaki, cuya traición fue decisiva para inclinar la balanza a favor de Tokugawa Ieyasu. Curiosamente, Hideaki era sobrino del fallecido Toyotomi Hideyoshi. Se dice que su resentimiento hacia Mitsunari se gestó durante la Batalla de Keicho, donde logró rescatar un castillo de manos chinas. Sin embargo, a su regreso, en lugar de recibir recompensas, su propio tío lo destituyó de su puesto como daimyo. Como otros señores influenciados por Ieyasu, Hideaki interpretó esto como resultado de los celos de Mitsunari, jurando venganza. La historia sería la encargada de ofrecerle la oportunidad de cumplir su juramento.
Dos años después de la trágica batalla de Sekigahara, Hideaki murió repentinamente. La narrativa moralizante sugiere que había perdido la razón. En cualquier caso, al no dejar herederos, la familia Kobayakawa desapareció de la escena política tras su muerte.
Miyamoto Musashi: samurai legendario
Cuando se habla de la Batalla de Sekigahara y sus protagonistas, es imprescindible mencionar al famoso samurái, Miyamoto Musashi. Cuenta la leyenda que Musashi, venerado como un héroe en la cultura popular japonesa, participó en la batalla de Sekigahara contra Ieyasu cuando aún era un niño. A pesar de unirse al bando perdedor, logró sobrevivir y siguió realizando hazañas, protagonizando anécdotas para el deleite de sus seguidores. Con el tiempo, diversas historias atribuyen a Musashi hazañas tan variadas como derrotar a los clientes de una taberna mientras iba disfrazado de mendigo, cazar lagartos gigantes o incluso caminar por el aire.
Tras la batalla, se dice que Musashi participó en más de sesenta combates sin conocer la derrota. A lo largo de los años, desarrolló un estilo de lucha con dos espadas de inspiración budista zen conocido como Nitenryu. Dos años antes de su muerte, decidió aislarse del mundo para plasmar sus conocimientos en su famoso Libro de los Cinco Anillos, una obra que fusiona estrategia y filosofía, y que ha sido traducida y publicada a nivel planetario.
Trascendencia de la batalla de Sekigahara
Finalmente, no hay duda de que este enfrentamiento es un hito histórico japonés. La Batalla de Sekigahara ha sido plasmada con mayor o menor fidelidad en un número considerable de producciones cinematográficas, obras de animación, cómics y videojuegos. Ya en 1954, Inagaki Hiroshi dirigió la película “Samurái”, donde el célebre actor Mifune Toshiro interpretó el papel de Miyamoto Musashi. Además, la influencia de esta trascendental contienda ha permeado la literatura, siendo un ejemplo notable la conocida novela “Shogun” de James Clavell, posteriormente adaptada para televisión.
Hoy, Sekigahara sigue inmerso en el recuerdo de aquel enfrentamiento, marcado por numerosos monumentos conmemorativos que relatan los distintos episodios de la batalla y honran a los caídos. Es así como, al río local se le conoce como Kurochigawa o “Río de Sangre Negra”. Según una tradición macabra, los soldados de Tokugawa lavaron en sus aguas las cabezas decapitadas de 60.000 guerreros Ishida Mitsunari antes de presentarlas a su señor. En el lugar donde se cree que Ieyasu recibió el “presente” existe ahora un pequeño santuario.
La localidad rural, con una población actual de alrededor de 10.000 habitantes, alberga un museo dedicado casi exclusivamente a la batalla. Cada año, el enfrentamiento se conmemora festivamente con una impresionante recreación en la que participan miles de personas vestidas y armadas al estilo feudal.
Bibliografía: Serra, I. S. (2013). Historia breve de Japón.